Wednesday, October 18, 2006

De cómo entrar en un grupo Literario.

La chica observaba atentamente al joven sentado en la banca frente a ella, pero el joven tan solo miraba fijamente al suelo, como si estuviera mirando un pozo profundo o alguna terrible aparición. Ella no podía creer que aquel joven apareciera así, tan de repente y tanto tiempo después de aquel concierto de violonchelo. "El mundo es muy pequeño en verdad" pensó la joven. Siguió observando al joven que estaba sentado frente a ella. Lo había conocido en aquel concierto presentado en la Casa de la Cultura de Quito. Se había presentado la mejor violonchelista del mundo, y ella había asistido gustosa. Gustaba mucho del arte, en sus distintas facetas: literatura, pintura, música, etc. Todo lo artístico ella lo apreciaba. Era otra de esas almas cultas y sofisticadas que están atrapadas en el remolino intermitente del avance de la humanidad, en la que se pierden los matices hermosos, y se embarran los contenidos en una masa informe que ya a nadie le interese, y a pocos abruma.
El joven se había sentado en la butaca al lado de la chica, y había llamado la atención de esta por la concentración con que admiraba la música. Por ratos miraba fijamente a la intérprete, juzgándola con una indulgente mirada, y luego cerraba los ojos con una pequeñísima sonrisa en los labios. Estaba vestido con un terno negro, muy elegante, y llevaba una rosa roja en el bolsillo del saco. Este modo de vestir, y la manera en que se comportaba ante el encantador sonido del violonchelo, distrajeron por largo rato a la chica. El joven terminó por darse cuenta de esto y dejó de actuar de aquel modo, mirando de reojo a la chica que tenía al lado, con una leve mueca de reproche en los labios. La chica no se atrevió a mirar de nuevo al joven de negro, y se concentró en la melodía.
El tiempo pasaba, la vilonchelista tenía al público prendido, fascinado, extasiado. Había logrado transportarlos al remanso más hermoso: al cielo musical. En el que todas las tonalidades son notas, y todas las notas una mano, que acaricia el ser humano exáctamente donde más lo necesita: en el alma. Entonces, al terminar de escuhar una pieza excepcional, la chica escuchó una voz suave a su lado:
-Me es muy grato ver a una joven que aprecia el arte tan bien como vos.
La chica se sobresaltó al regresar a ver quién se dirigía a ella y observar la triste mirada del joven de negro.
-Me percaté que vos también apreciáis el arte joven -respondió la chica-. Os observé algún tiempo.
El joven sonrió y sacó del bolsillo interior de su saco una tarjeta, la cual extendió a la chica.
-Mi tarjeta, señorita.
Ella leyó el nombre del joven, y el título que ostentaba. Era escritor.
-Sois escritor, joven, ¿cómo es que no he sabido de vos en el medio?
-Bueno señorita, eso de debe ser porque mi medio no es uno que se adapte mucho a su medio -repondió este seriamente.
La señorita se sorprendió un poco, pero luego se sonrió. Era por demás obvio que existían aún, prevaleciendo a lo mundano del mundo actual, los grupos literarios clandestinos.
-Disculpad mi atrevimiento, joven -dijo la chica-. Pero me gustaría recibir de vos una invitación a vuestro medio, si me es permitido.
-¿Os interesáis, pues, en la literatura?-preguntó fascinado el joven.
-Me intereso mucho en la literatura, sí -respondió la chica-. Toda mi vida he leído, y busco por doquier a escritores. Deseo compartir ideologías, explorar distintos credos y ver mis creencias aplastdas por razonamientos sublimes.
-Siento mucho tener que negarme, señorita, pero es que mi medio está mucho mejor en el secreto de los que celosamente lo guardan.
-Comprendo perfectamente, joven, no os preocupéis-y dicho esto, la chica se levantó y salió del edificio, dejando al joven en una actitud de profunda meditación. El concierto había terminado.
Y ahora se encontraban después de dos meses de haber sucedido esto, y el joven no parecía haberse percatado de que la señorita con quien había compartido la magia del violonchelo. La chica no encontraba manera de acercarse al joven, así que después de unos minutos, decidió partir hacia su hogar. Sin emgargo, al levantarse, observó que algo pasó volando junto a sus ojos y se clavó en el árbol que tenía al lado. Se regresó a ver y observó que el objeto era un shuriken, conuna nota atada a él. Esta tomó el shuriken sin temor y con soltura. Había investigado mucho sobre la cultura ninja y las armas usadas en Japón en las diferentes dinastías.
La nota decía lo siguiente:

Señorita:
Me complace comunicarle que el secreto de nuestra agrupación de escritores ha sido extendido a usted mediante este poco usual medio. Se le espera.
El joven de negro.


Tenía una dirección al reverso de la hoja. Pero la chica regresó a ver al joven frente suyo. Entonces vio que el joven se había ido. Sin duda él había lanzado el shuriken. La joven guardó la nota y se alejó hacia su hogar jugueteando con el shuriken. Había ingresado a un grupo de literatos de una manera muy singular. "Quién lo hubiera imaginado" pensó "Que un violonchelo y un shuriken conducirían a un ser al mundo del arte"

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